Por hacerse una comparación, podría decirse que la montura es para el caballo lo mismo que las zapatillas para un atleta, ¿cómo va a ser capaz de desarrollar su actividad correctamente si tiene puntos que se clavan o le quedan holgadas?
A la hora de valorar el ajuste, es necesario analizar la montura y el caballo por separado, así como el caballo ensillado, sin y con sudadero y protectores. También será necesario valorar la posición del jinete en la montura, es decir, si la silla descompensa la posición del jinete o viceversa.
Los síntomas de que hay problemas en el ajuste de la montura son:
• Sensibilidad al cepillar el dorso
• Reacciones bruscas o agresivas al ensillar y apretar la cincha
• Mal comportamiento al montarse
• Zonas de fricción, alopecia o rozaduras en las zonas de contacto de la montura
• Áreas edematosas o inflamadas
• Pérdida de tono muscular en la zona de la montura (atrofia por presión)
• Cojera
El ajuste de la montura, idealmente, debería evaluarse una vez al año, ya que las monturas pueden cambiar de forma con el uso (sobre todo si se utilizan en varios caballos) y el estado físico del caballo puede variar con el entrenamiento o la falta de este y, por tanto, también cambiará su forma. En caballos jóvenes y en geriátricos incluso se recomienda realizar este análisis dos veces al año, debido a que los cambios pueden ser más bruscos en estas poblaciones.
Una montura correctamente ajustada no necesita salva-dorsos ni siliconas y supondrá un mayor bienestar para el caballo. De hecho, hay determinadas alteraciones en el ajuste de la montura en el que la adición de este tipo de elementos resulta incluso más perjudicial.
La montura es una de las principales herramientas con las que se cuenta a la hora de interactuar con los caballos al montarlos y es por ello que se le debe prestar una atención minuciosa